sábado, 28 de diciembre de 2013

Estudiar cerca de la treintena


Esta vez quiero hablaros de las curiosidades de una experiencia que estoy viviendo actualmente. Se trata de estudiar ya en edad adulta. Vosotros pensaréis que será igual pero con más años. Nada más lejos de la realidad, pues uno no se da cuenta de lo que cambia el mundo y sus generaciones hasta que decide volver a estudiar, aunque ya no esté en edad de ello.

Pero comencemos por el principio, el día que te matriculas. Te pones en cola para entregar los papeles y todo el mundo te parece demasiado joven, pero tú prefieres no asustarte y seguir adelante y cuando llega tu turno le dices a la señora que atiende al público:

        - Hola, vengo a matricularme en bachillerato.
La señora sin levantar la cabeza de los papeles me pregunta:
        - ¿De adultos o diurno?
A lo que respondo:
         - No sé, hoy es el último día así que en el que haya.
Entonces ella levanta la cabeza, me mira, y pregunta:
          - ¿Qué edad tienes?
           -28 años.
Entonces ella no puede reprimirse y dice:
          - uuuuh, al de adultos, al de adultos.
Tienes una sensación muy parecida a la del día en que vas por la calle y un grupo de chavales te da con una pelota, y no contentos con ello, te dicen:
         -Perdón señora
Tú tienes ganas de pegarle una colleja al niño y no por el pelotazo.

Sin apenas tiempo para reponerte llega el primer día de clase. El bachillerato de “adultos” no es como te habías imaginado y cuando el profesor está pasando lista ves la primera señal de que estás rodeada de otra generación, pues llamándome Cecilia y teniendo una hermana llamada Amanda siempre habíamos sido de las de los nombres “raritos” pero son tremendamente castizos hoy día cuando tienes compañeras que se llaman Brenda y Nora.

Ya nada es como antes, pues nuestra generación fue la primera en entregar un trabajo a ordenador que había que llevar impreso o como mucho grabado en disquete (para todos aquellos que sean demasiado jóvenes para saber cómo era un disquete, los más modernos que recuerdo son iguales que el icono de guardar del Word) mientras que ahora hay que subirlo a la página web antes de la fecha indicada.

Cuando nosotros éramos pequeños y no sabíamos cómo se hacía un ejercicio, se dejaba sin hacer y si tenías suerte lo copiabas antes de que llegara el profe. Hoy buscas al empollón de la clase, le mandas un whatsapp y que te mande una foto con el ejercicio hecho. Y es que las nuevas tecnologías juegan hoy un papel muy importante. Antes buscabas la información que necesitabas en la enciclopedia o como mucho en la Encarta. Hoy lo hacemos en Wikipedia que ya está casi anticuada, porque también tienes la posibilidad de usar los blogs, ya sea de tu profe o de otro, y una cosa que yo he usado muchísimo, que es lo que yo llamo la “youtubesabiduría” y es que con Youtube se puede aprender de todo, desde cómo hacer un disfraz de romana hasta medir versos. Y si un compañero te pide que le expliques algo solo tienes que mandarle un enlace y ya has cumplido.

Con este aprendí a medir versos por si me caía en selectividad:



Él me enseño muchas cosas de matemáticas, pero como es muy cachondo no os dejo un vídeo aburrido de mates sino la presentación de su canal, a mí personalmente me encanta:





Con él aprendí que una matriz traspuesta, no es una matriz entrada en edad, como tu abuela cuando le dices que se ha quedado dormida viendo la tele y te responde: ¡No! Solo me he quedado traspuesta…

Como os digo la cosa ha cambiado mucho, pues nunca pude imaginar que me enteraría de que las clases quedaban suspendidas a causa de la lluvia por un tuit del profe o que no hace falta que vayamos a clase a primera hora, porque él mismo te comunica a través de la misma red social que ha tenido un accidente con la bici y para que no dudes de su profesionalidad te pone la foto de su tobillo hinchado. Total, que he llegado a la conclusión de que Twitter es la versión moderna del tablón de anuncios en el que, como ocurría entonces, tienes que expresarlo todo en el menor número de palabras posibles.

Sí, sé lo que estáis pensando, en nuestra época nunca se cortaban las clases por mucho que lloviera. Seguro que todos recordáis cuando os despertaba la fuerte tormenta una hora antes de que tuvieras que levantarte para ir a clase. Tú aspirabas a que tu madre también estuviera despierta y decidiera que no ibas a clase porque llovía demasiado. Así que te levantabas corriendo, ibas a la ventana y muy metida en tu papel para parecer mucho más impresionada decías:
        - ¡No veeeeeeeee!
Si mamá no estaba muy convencida de dejarte sin clase solo te quedaba una oportunidad, que las botas de agua del invierno pasado te quedaran pequeñas.

Vives numerosos momentos en clase que te hacen sentir vieja, como aquel día en que el profesor te pregunta si has cumplido los 20 y tú a pesar de sentarte al final de la clase y de estar casi segura de que el profesor está preguntándotelo a ti, no puedes evitar volverte para ver si hay alguien sentado detrás tuya que haya llegado a última hora. Entonces tu compañera te da un codacito y te dice:
          - Niña es a ti.
Y tú dices.
          - Aaah sí.

O aquel otro día en que el profesor habla de la expo del 92 diciendo:
          -Vosotros no os acordáis pero....
Tú casi por inercia dices:
          -Yo estuve…
Entonces el profesor dice:
        - Bueno, pero irías en el carrito.
Y tú, que no vas a caer dos veces en el mismo error, decides no desmentirle, pero echas cuentas y tenias 8 años.

Una tarde, nada más entrar en clase, la profesora te pide que te acerques a su mesa porque quiere decirte algo. Tú, que ya has vivido esto hace años y eres perro viejo, vas hacía la profesora pero por el camino vas pensando una excusa para justificarte de lo que sea que te acusen y cuando llega el momento la profesora baja la voz y te pregunta:
      -¿Tú qué edad tienes?
Entonces eres tú la que bajas la voz y dices:
     -29, ¿por qué?
     -Me lo han dicho en la sala de profesores y no me lo creía…
En tu cara se dibuja una sonrisa y dices:
     -No te preocupes si aquí ya lo sabe todo el mundo.
Pero en realidad lo único sincero es la sonrisa y piensas quién habrá sido el chivato, debe ser que entre los profes ser chivato está bien visto.

Pero tu secreto no tarda mucho en descubrirse pues por la boca muere el pez y cuando los profesores hacen una broma sobre programas del pasado como “El gran juego de la oca” o “Furor” o en vísperas de la noche de Eurovisión recuerdan “Bailar pegados” solo les sigues los chistes tú.

Un día la profesora se envalentona y confiesa su edad y descubres que te llevas bastante menos con ella que con la persona que tienes al lado. Ahí es cuando te das cuenta de que ahora eres mucho más ingeniosa para poner motes pero ya no te hace gracia hacerlo. No se lo dices a tus compañeros, pero juzgas a tus profesores por su nivel de profesionalidad, y no por sus muletillas, gestos, manías, etc. Pero sin duda, lo que más vieja te hace sentir es ser capaz de recordar el último tema de Historia, y te preguntas -¿por qué lo llaman historia?-.

Pero vamos a lo que realmente os interesa, ¿qué pasa con las piardas? (por si este blog llega más allá de las fronteras malagueñas, una piarda es lo que el resto del mundo llama “pellas”) Pues la verdad es que se reducen mucho, o al menos eso creo porque yo en mi primera etapa no hice, lo que sé me lo han contado- te lo juro papá-. Bueno ya en serio, se reducen mucho y solo se hacen las necesarias y cuando lo haces no te importa confesar la verdad y, por cierto, dejas de hacer esa cosa que ahora me parece tan ridícula de esconderte para que el profesor no te vea si has faltado a su clase porque me daba más vergüenza que me viera intentando esconderme, la verdad.

Si un día te saltas la última hora de clase porque hay fútbol y reunión familiar y la profesora dedica la hora completa para echar una bronca general después de los resultados del último examen, no es sorprendente que los compañeros te digan que hiciste bien en irte a casa, pero sí es de extrañar que la profesora te pille en el pasillo te diga:

      - Menos mal que no viniste porque como ya te habrán contado me tocó hacer de poli malo, no me gusta, pero es que si no se ponen las pilas.

El día que te haces una piarda no tienes que mentir también a tu padre, sino que él se divierte a tu costa, pues es el día que decides faltar a clase para ir a la despedida de Natalia y Ricardo. Entras en tu cuarto después de salir de la ducha y te ha dejado encima de la cama un justificante firmado por él y te puntualiza que es para que no tengas problemas en el “cole”.

Las que dicen ser tus mejores amigas, el día que saben que vas a volver a estudiar te regalan un boli con luz y con un sello de algún personaje infantil que no conozco y lo que es más sorprendente, que hace pompas de jabón, asegurándote que si las apruebas todas te comprarán una moto.


Y en los días que tienes que decidir qué carrera escoger, tu hermano no para de preguntarte si sabes ya lo que quieres ser de más mayor.

Pero sin duda lo peor de todo es que por primera vez en tu vida tus notas no dan vergüenza ajena y tus padres no solo no las tienen que firmar, sino que se les olvida preguntar. ¿Cuántas veces soñé yo con que eso me pasara?

Que a nadie se le olvide que, aunque completamente real, esto es solo humor y como os podéis imaginar en la clase había de todo, así que nadie se me moleste que a pesar o a consecuencia de esto o por simple casualidad, estudiar cerca de la treintena ha sido una experiencia maravillosa que nunca podré olvidar. Por eso esta última entrada del año quiero dedicarla a todos mis compañeros y profesores, virtuales o no, pues no conozco otra forma de agradecer los momentos que pasaron conmigo.