Hoy
me gustaría hablaros de ese trabajo tan ingrato que muchos de
vosotros conocéis solo porque os molestan a eso de las tres y media
de la tarde, cuando os encontráis tirados en el sofá después de
comer, justo en el momento en que os ibais a quedar dormidos.
Hay
dos funciones principales de un teleoperador que ninguno de vosotros
os habéis planteado y que varían en función de si somos los
teleoperadores quien emitamos la llamada o quienes la recibimos. Si
es el teleoperador hace la llamada la misión es que pegues solo una
cabezadita y no pierdas la tarde en el sofá. Por el contrario, si
somos los que recibimos la llamada hacemos un servicio rápido de
terapia psicológica o emocional, ya que no toda la población tiene
un psicólogo a quien contar sus historias.
Este
es un negocio que no se acabará nunca pues se retroalimenta, y es
que por cada teleoperador habrá al menos 2 personas que no cuelgan
nunca el teléfono, que son el padre y la madre de dicho
teleoperador, aunque su hijo nunca vaya a llamar a casa.
Pero
empecemos por el principio, por el cordial saludo. Como la mayoría
de vosotros sabéis yo trabajé en el servicio de cita previa de la
Agencia Tributaria, en el que el saludo era el siguiente:
-Servicio
de cita previa de la Agencia Tributaria para la declaración de la
renta, le atiende Cecilia....
A
lo que nuestro interlocutor siempre, y digo siempre, contestaba
bastante alto:
-Hola,
¿es Hacienda?
A
lo que yo siempre contestaba que sí y me tragaba las ganas de decir
“No, esto ser restaurante chino, ¿rollito?”
Pero
la llamada continúa y el caballero te pide que le hables alto porque
él no oye bien. Entonces tú bajas el volumen del teléfono, porque
sabes que la llamada transcurrirá a voces y tú no estás mal del
oído. Así que atiendes la llamada a voces. El señor llama a su
señora para que vaya apuntando los datos de la cita y te pide que
seas paciente ya que su señora está ciega y tú te preguntas ¿por
qué no se pone al teléfono el ciego y apunta el sordo?
Después
de una cuantas llamadas, he llegado a una conclusión: se pone al
teléfono, sobre todo para temas tan importantes como es la
declaración, el que mande en casa. Y es que no saben los americanos
que si querían saber cómo eran los españoles, no necesitaban
espiar sino montar una empresa de Telemarketing. Solo prestando un
poco de atención, detectas fácilmente si el que habla sigue su
propia iniciativa, sigue las indicaciones del que tiene al lado, o
llama previas instrucciones de alguien.
El
teleoperdor suele llevar unos cascos con un micrófono tipo chayane,
con el que lo escucha todo aunque los que están en casa no se lo
imaginan, por lo que se pueden escuchar cosas como:
-No
le digas que ya tenemos cita.
-No
le digas lo del local, que eso no lo declaramos.
-¡Qué
pesada es la tía!- refiriéndose a mí, claro.
-Papá
tráete el DNI.
Y
luego:
-Papá
eso la tarjeta de la Seguridad Social.
O
el que a la pregunta “¿ha vendido o comprado algún inmueble en el
último año?” le dice a su marido:
-Manolo,
¿el mueble del salón cuándo lo compramos?
Esos
son los buenos, los que disimulan, peor son los que te lo dicen
abiertamente a la pregunta:
-¿Tiene
algún inmueble alquilado?
-Sí,
pero no lo declaro.
Que
tú piensas “¿y por qué me lo cuentas?”
En
este caso suele haber varios tipos de interlocutores, el que está
encantado de hablar contigo y no tiene ninguna prisa, aunque tú
tengas que atender la llamada aproximadamente en 2 minutos y aquel
que quiere acabar cuanto antes porque por ejemplo le has pillado
conduciendo, aunque haya llamado él.
En
el primer grupo la llamada sería más o menos así:
-¿Ha
recibido el borrador?
-Pues
mire, es que yo vivo en el campo y aquí el correo no llega muy bien,
¿sabe? Pero vaya dígame exactamente cómo es ese borrador porque aquí tengo una carta que
acaba de recoger mi hijo mayor en correos,
porque ya le digo aquí.... Posteriormente procede a leer el
borrador.
Pero
nunca podré olvidar a aquel gaditano que estaba hablando conmigo
pero no podía oírme porque había mucho ruido y le decía a las
personas que tenía al lado:
-¡Callarse un
poco, que no oigo a Cecilia!
Por
lo que parece que todos se marchan de la habitación, pero se queda
la pareja del gaditano que le pregunta:
-¿Con
quién hablas?
Él
contesta:
-Ya
te lo he dicho, con mi amiga Cecilia.
-¿Quién
es Cecilia?
A
lo que el señor continúa:
-Bueno
Cecilia, entonces el lunes a las 17:30, ¿una cosa rapidita no? No
vamos a echar mucho rato.
-¿Quién
es?
Y
me dice susurrando al teléfono:
-Mírala,
mírala. Está celosona perdida, jaja.
Esto
me recuerda a cuando te toca vender algo por teléfono y justo
después de decir tu nombre le dices a una niña:
-Dile
a tu mamá que se ponga.
-Vale,
mamá ponte que es Cecilia.
Escuchas
a la madre decir:
-¿Cecilia?
Yo no conozco a ninguna Cecilia.
Eso
sí, cuando se pone las dos os reís un poco gracias a la niña, y ya
sabes que le costará más colgar.
Pero
aún está el grupo que tiene mucha prisa, no creáis que es mejor
por aquello de vísteme despacio que tengo prisa. Siempre recordaré
aquella señora que se presentó en Hacienda sin cita, y llamó para
que yo se la diera pero cuando comencé a hacerle las preguntas
pertinentes…
-¿Ha
vendido su vivienda habitual en el último año?
Ella
contesta:
-No,
no me preguntes nada que yo de esto no entiendo. Solo vengo con los
papeles a que me hagan la declaración.
Tú
le explicas:
-Las
preguntas son necesarias para calcular el tiempo de la cita.
Y
le repites la pregunta, a lo que ella contesta que no sabe, que ella
de eso no entiende.
-Pero
señora, cómo no va a saber si ha vendido su casa o no.
-Es
que yo no entiendo de estas cosas.
Tú
te sientes muy frustrada y los que más se divierten en este caso son
tus compañeros, que no quieren que les entre ninguna llamada para
poder oír como acaba esto. Tras varios intentos sin éxito y ante la
atenta mirada de mis compañeros solo se me ocurre una cosa:
-Doña
Fulanita (preservemos su intimidad) ¿Está sentada?
-Sí.
-Olvídese
de que está en la oficina de Hacienda, olvídese de que no me ha
visto nunca. Imagine que nos encontramos
por la calle y yo le pregunto: Fulanita ¿has vendido tu casa? ¿Usted
qué me diría?
-Que
no, si yo no me he mudado ni nada.
Aquí
mis compañeros se lo están pasando genial, yo por el contrario
estoy sufriendo pensando qué voy a hacer cuando llegue a la pregunta
de “¿ha vendido acciones?”
¿Cuál
es el problema de este tipo de personas? No es la paciencia que hay
que echar, no es la inseguridad de si finalmente los datos de la cita
serán los correctos, no es que tu medía del día en llamadas se
haya ido a tomar viento. Es que la siguiente llamada la atiendes a
voces y dándole al botón del volumen porque la otra persona dice
que te oye desde muy lejos, hasta que tu compañera cansada de oírte
a ti y no a su interlocutor decide mirarte y bajarte el micrófono de
la frente, que lo subiste, para que el de la llamada anterior no te
escuchara decir algo indebido. Esto le ha pasado a cualquier
teleoperador, pero te hace mucha gracia cuando le pasa a tu
compañero.
O
aquella otra señora que decía que su borrador estaba bien pero solo
tenía mal el número de cuenta y te preguntaba si podría cambiarlo
ella con el boli y ya está. Y no comprende, por más que se lo
expliques, que en ese caso el número no se modificará en Hacienda,
solo en su borrador.
Aquel
otro señor que cuando contestó al teléfono y después del saludo
lo dejé hablar me dice:
-Menos
mal, una muchacha educada y agradable porque tus compañeras son unas
mal educadas.
Yo
le digo:
-No
se preocupe, yo le doy la cita.
Mientras,
me echo a temblar por la llamada que me imagino que me espera. A lo
que el señor dice:
-Sí
porque a tus compañeras les hablo y no me dejan hablar para decir
pulse 1, pulse 2, pulse 3…
Yo
me aguanto la risa y me debato entre explicarle al hombre que ha
estado hablando con una máquina o dejarle creer que yo soy
maravillosa y opto por lo segundo.
Tras
tantas llamadas recibidas y de haber vendido teléfonos, energía,
baba de caracol, cursos de inglés y televisión, podría contaros un
sinfín de historias. Pero voy a ir a lo que os interesa: Después de
no dar vuestros datos en ninguna parte, de pedir que os borren de las
listas y una ley de protección de datos, os seguís preguntando cómo
consiguen vuestro número. Bien, yo os lo diré, SON VUESTROS MARIDOS
¿A qué teleoperadora no le han pedido el teléfono cuando ella
intentaba solicitar el del cliente? Y si se envalentonan te invitan a
ver el fútbol que están contratando.
Esto
me recuerda una última historia, la de aquella buena señora que
llamó por orden de su marido a Digital+ pero no quería contratar
otra cosa que no fuera Gol TV, que son la competencia.
Esta entrada, como no puede ser de otra forma, es para mis compañeros. ¡Espero que haya por ahí alguno que me lea!
Jajajaja...mme encantan tus anecdotas de teleoperadora....y sobre todo los años en hacienda...jajajaja...cada personaje.... XD
ResponderEliminarGracias Irene. Un respeto a mis contribuyentes
EliminarCreo que esta es mi entrada favorita hasta el momento. Me he reído muchísimo y hasta he despertado la curiosidad de mis compañeros de oficina con tantas carcajadas. No sé si será porque yo también he sido teleoperador (no con tanta experiencia como tú) y me ha traído a la mente muchas anécdotas divertidas durante las largas horas de trabajo en CATsa.
ResponderEliminarGracias.¿quieres escribir tú la segunda parte? jajaja
EliminarJaaaaaaaa, cuanta razon tienes y la de carcajadas, jaaaaaaa y anecdotas, nunca lo olvidaré y sobre todo cuando tu estabas sentada cerca de mi, que arte tienes¡!¡!¡!¡! Un beso y enhorabuena por sacarme una sonrisa
ResponderEliminarPor cierto soy Irene de renta, me haré seguidora de su blog
Eliminargracias Irene! Tú me bajate el micro a su sitio durante 2 años que te sentaste a mi lado.Un beso
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