sábado, 28 de diciembre de 2013

Estudiar cerca de la treintena


Esta vez quiero hablaros de las curiosidades de una experiencia que estoy viviendo actualmente. Se trata de estudiar ya en edad adulta. Vosotros pensaréis que será igual pero con más años. Nada más lejos de la realidad, pues uno no se da cuenta de lo que cambia el mundo y sus generaciones hasta que decide volver a estudiar, aunque ya no esté en edad de ello.

Pero comencemos por el principio, el día que te matriculas. Te pones en cola para entregar los papeles y todo el mundo te parece demasiado joven, pero tú prefieres no asustarte y seguir adelante y cuando llega tu turno le dices a la señora que atiende al público:

        - Hola, vengo a matricularme en bachillerato.
La señora sin levantar la cabeza de los papeles me pregunta:
        - ¿De adultos o diurno?
A lo que respondo:
         - No sé, hoy es el último día así que en el que haya.
Entonces ella levanta la cabeza, me mira, y pregunta:
          - ¿Qué edad tienes?
           -28 años.
Entonces ella no puede reprimirse y dice:
          - uuuuh, al de adultos, al de adultos.
Tienes una sensación muy parecida a la del día en que vas por la calle y un grupo de chavales te da con una pelota, y no contentos con ello, te dicen:
         -Perdón señora
Tú tienes ganas de pegarle una colleja al niño y no por el pelotazo.

Sin apenas tiempo para reponerte llega el primer día de clase. El bachillerato de “adultos” no es como te habías imaginado y cuando el profesor está pasando lista ves la primera señal de que estás rodeada de otra generación, pues llamándome Cecilia y teniendo una hermana llamada Amanda siempre habíamos sido de las de los nombres “raritos” pero son tremendamente castizos hoy día cuando tienes compañeras que se llaman Brenda y Nora.

Ya nada es como antes, pues nuestra generación fue la primera en entregar un trabajo a ordenador que había que llevar impreso o como mucho grabado en disquete (para todos aquellos que sean demasiado jóvenes para saber cómo era un disquete, los más modernos que recuerdo son iguales que el icono de guardar del Word) mientras que ahora hay que subirlo a la página web antes de la fecha indicada.

Cuando nosotros éramos pequeños y no sabíamos cómo se hacía un ejercicio, se dejaba sin hacer y si tenías suerte lo copiabas antes de que llegara el profe. Hoy buscas al empollón de la clase, le mandas un whatsapp y que te mande una foto con el ejercicio hecho. Y es que las nuevas tecnologías juegan hoy un papel muy importante. Antes buscabas la información que necesitabas en la enciclopedia o como mucho en la Encarta. Hoy lo hacemos en Wikipedia que ya está casi anticuada, porque también tienes la posibilidad de usar los blogs, ya sea de tu profe o de otro, y una cosa que yo he usado muchísimo, que es lo que yo llamo la “youtubesabiduría” y es que con Youtube se puede aprender de todo, desde cómo hacer un disfraz de romana hasta medir versos. Y si un compañero te pide que le expliques algo solo tienes que mandarle un enlace y ya has cumplido.

Con este aprendí a medir versos por si me caía en selectividad:



Él me enseño muchas cosas de matemáticas, pero como es muy cachondo no os dejo un vídeo aburrido de mates sino la presentación de su canal, a mí personalmente me encanta:





Con él aprendí que una matriz traspuesta, no es una matriz entrada en edad, como tu abuela cuando le dices que se ha quedado dormida viendo la tele y te responde: ¡No! Solo me he quedado traspuesta…

Como os digo la cosa ha cambiado mucho, pues nunca pude imaginar que me enteraría de que las clases quedaban suspendidas a causa de la lluvia por un tuit del profe o que no hace falta que vayamos a clase a primera hora, porque él mismo te comunica a través de la misma red social que ha tenido un accidente con la bici y para que no dudes de su profesionalidad te pone la foto de su tobillo hinchado. Total, que he llegado a la conclusión de que Twitter es la versión moderna del tablón de anuncios en el que, como ocurría entonces, tienes que expresarlo todo en el menor número de palabras posibles.

Sí, sé lo que estáis pensando, en nuestra época nunca se cortaban las clases por mucho que lloviera. Seguro que todos recordáis cuando os despertaba la fuerte tormenta una hora antes de que tuvieras que levantarte para ir a clase. Tú aspirabas a que tu madre también estuviera despierta y decidiera que no ibas a clase porque llovía demasiado. Así que te levantabas corriendo, ibas a la ventana y muy metida en tu papel para parecer mucho más impresionada decías:
        - ¡No veeeeeeeee!
Si mamá no estaba muy convencida de dejarte sin clase solo te quedaba una oportunidad, que las botas de agua del invierno pasado te quedaran pequeñas.

Vives numerosos momentos en clase que te hacen sentir vieja, como aquel día en que el profesor te pregunta si has cumplido los 20 y tú a pesar de sentarte al final de la clase y de estar casi segura de que el profesor está preguntándotelo a ti, no puedes evitar volverte para ver si hay alguien sentado detrás tuya que haya llegado a última hora. Entonces tu compañera te da un codacito y te dice:
          - Niña es a ti.
Y tú dices.
          - Aaah sí.

O aquel otro día en que el profesor habla de la expo del 92 diciendo:
          -Vosotros no os acordáis pero....
Tú casi por inercia dices:
          -Yo estuve…
Entonces el profesor dice:
        - Bueno, pero irías en el carrito.
Y tú, que no vas a caer dos veces en el mismo error, decides no desmentirle, pero echas cuentas y tenias 8 años.

Una tarde, nada más entrar en clase, la profesora te pide que te acerques a su mesa porque quiere decirte algo. Tú, que ya has vivido esto hace años y eres perro viejo, vas hacía la profesora pero por el camino vas pensando una excusa para justificarte de lo que sea que te acusen y cuando llega el momento la profesora baja la voz y te pregunta:
      -¿Tú qué edad tienes?
Entonces eres tú la que bajas la voz y dices:
     -29, ¿por qué?
     -Me lo han dicho en la sala de profesores y no me lo creía…
En tu cara se dibuja una sonrisa y dices:
     -No te preocupes si aquí ya lo sabe todo el mundo.
Pero en realidad lo único sincero es la sonrisa y piensas quién habrá sido el chivato, debe ser que entre los profes ser chivato está bien visto.

Pero tu secreto no tarda mucho en descubrirse pues por la boca muere el pez y cuando los profesores hacen una broma sobre programas del pasado como “El gran juego de la oca” o “Furor” o en vísperas de la noche de Eurovisión recuerdan “Bailar pegados” solo les sigues los chistes tú.

Un día la profesora se envalentona y confiesa su edad y descubres que te llevas bastante menos con ella que con la persona que tienes al lado. Ahí es cuando te das cuenta de que ahora eres mucho más ingeniosa para poner motes pero ya no te hace gracia hacerlo. No se lo dices a tus compañeros, pero juzgas a tus profesores por su nivel de profesionalidad, y no por sus muletillas, gestos, manías, etc. Pero sin duda, lo que más vieja te hace sentir es ser capaz de recordar el último tema de Historia, y te preguntas -¿por qué lo llaman historia?-.

Pero vamos a lo que realmente os interesa, ¿qué pasa con las piardas? (por si este blog llega más allá de las fronteras malagueñas, una piarda es lo que el resto del mundo llama “pellas”) Pues la verdad es que se reducen mucho, o al menos eso creo porque yo en mi primera etapa no hice, lo que sé me lo han contado- te lo juro papá-. Bueno ya en serio, se reducen mucho y solo se hacen las necesarias y cuando lo haces no te importa confesar la verdad y, por cierto, dejas de hacer esa cosa que ahora me parece tan ridícula de esconderte para que el profesor no te vea si has faltado a su clase porque me daba más vergüenza que me viera intentando esconderme, la verdad.

Si un día te saltas la última hora de clase porque hay fútbol y reunión familiar y la profesora dedica la hora completa para echar una bronca general después de los resultados del último examen, no es sorprendente que los compañeros te digan que hiciste bien en irte a casa, pero sí es de extrañar que la profesora te pille en el pasillo te diga:

      - Menos mal que no viniste porque como ya te habrán contado me tocó hacer de poli malo, no me gusta, pero es que si no se ponen las pilas.

El día que te haces una piarda no tienes que mentir también a tu padre, sino que él se divierte a tu costa, pues es el día que decides faltar a clase para ir a la despedida de Natalia y Ricardo. Entras en tu cuarto después de salir de la ducha y te ha dejado encima de la cama un justificante firmado por él y te puntualiza que es para que no tengas problemas en el “cole”.

Las que dicen ser tus mejores amigas, el día que saben que vas a volver a estudiar te regalan un boli con luz y con un sello de algún personaje infantil que no conozco y lo que es más sorprendente, que hace pompas de jabón, asegurándote que si las apruebas todas te comprarán una moto.


Y en los días que tienes que decidir qué carrera escoger, tu hermano no para de preguntarte si sabes ya lo que quieres ser de más mayor.

Pero sin duda lo peor de todo es que por primera vez en tu vida tus notas no dan vergüenza ajena y tus padres no solo no las tienen que firmar, sino que se les olvida preguntar. ¿Cuántas veces soñé yo con que eso me pasara?

Que a nadie se le olvide que, aunque completamente real, esto es solo humor y como os podéis imaginar en la clase había de todo, así que nadie se me moleste que a pesar o a consecuencia de esto o por simple casualidad, estudiar cerca de la treintena ha sido una experiencia maravillosa que nunca podré olvidar. Por eso esta última entrada del año quiero dedicarla a todos mis compañeros y profesores, virtuales o no, pues no conozco otra forma de agradecer los momentos que pasaron conmigo.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Vida de un teleoperador


Hoy me gustaría hablaros de ese trabajo tan ingrato que muchos de vosotros conocéis solo porque os molestan a eso de las tres y media de la tarde, cuando os encontráis tirados en el sofá después de comer, justo en el momento en que os ibais a quedar dormidos.

Hay dos funciones principales de un teleoperador que ninguno de vosotros os habéis planteado y que varían en función de si somos los teleoperadores quien emitamos la llamada o quienes la recibimos. Si es el teleoperador hace la llamada la misión es que pegues solo una cabezadita y no pierdas la tarde en el sofá. Por el contrario, si somos los que recibimos la llamada hacemos un servicio rápido de terapia psicológica o emocional, ya que no toda la población tiene un psicólogo a quien contar sus historias.

Este es un negocio que no se acabará nunca pues se retroalimenta, y es que por cada teleoperador habrá al menos 2 personas que no cuelgan nunca el teléfono, que son el padre y la madre de dicho teleoperador, aunque su hijo nunca vaya a llamar a casa.

Pero empecemos por el principio, por el cordial saludo. Como la mayoría de vosotros sabéis yo trabajé en el servicio de cita previa de la Agencia Tributaria, en el que el saludo era el siguiente:

       -Servicio de cita previa de la Agencia Tributaria para la declaración de la renta, le atiende Cecilia....

A lo que nuestro interlocutor siempre, y digo siempre, contestaba bastante alto:

       -Hola, ¿es Hacienda?

A lo que yo siempre contestaba que sí y me tragaba las ganas de decir “No, esto ser restaurante chino, ¿rollito?”

Pero la llamada continúa y el caballero te pide que le hables alto porque él no oye bien. Entonces tú bajas el volumen del teléfono, porque sabes que la llamada transcurrirá a voces y tú no estás mal del oído. Así que atiendes la llamada a voces. El señor llama a su señora para que vaya apuntando los datos de la cita y te pide que seas paciente ya que su señora está ciega y tú te preguntas ¿por qué no se pone al teléfono el ciego y apunta el sordo?

Después de una cuantas llamadas, he llegado a una conclusión: se pone al teléfono, sobre todo para temas tan importantes como es la declaración, el que mande en casa. Y es que no saben los americanos que si querían saber cómo eran los españoles, no necesitaban espiar sino montar una empresa de Telemarketing. Solo prestando un poco de atención, detectas fácilmente si el que habla sigue su propia iniciativa, sigue las indicaciones del que tiene al lado, o llama previas instrucciones de alguien.

El teleoperdor suele llevar unos cascos con un micrófono tipo chayane, con el que lo escucha todo aunque los que están en casa no se lo imaginan, por lo que se pueden escuchar cosas como:

      -No le digas que ya tenemos cita.
      
     -No le digas lo del local, que eso no lo declaramos.

      -¡Qué pesada es la tía!- refiriéndose a mí, claro.

      -Papá tráete el DNI.

Y luego:

     -Papá eso la tarjeta de la Seguridad Social.

O el que a la pregunta “¿ha vendido o comprado algún inmueble en el último año?” le dice a su marido:

    -Manolo, ¿el mueble del salón cuándo lo compramos?


Esos son los buenos, los que disimulan, peor son los que te lo dicen abiertamente a la pregunta:

    -¿Tiene algún inmueble alquilado?

     -Sí, pero no lo declaro.

Que tú piensas “¿y por qué me lo cuentas?”

En este caso suele haber varios tipos de interlocutores, el que está encantado de hablar contigo y no tiene ninguna prisa, aunque tú tengas que atender la llamada aproximadamente en 2 minutos y aquel que quiere acabar cuanto antes porque por ejemplo le has pillado conduciendo, aunque haya llamado él.

En el primer grupo la llamada sería más o menos así:
    -¿Ha recibido el borrador?

     -Pues mire, es que yo vivo en el campo y aquí el correo no llega muy bien, ¿sabe? Pero vaya dígame exactamente cómo es ese borrador porque aquí tengo una carta que acaba de recoger mi hijo mayor en            correos, porque ya le digo aquí.... Posteriormente procede a leer el borrador.

Pero nunca podré olvidar a aquel gaditano que estaba hablando conmigo pero no podía oírme porque había mucho ruido y le decía a las personas que tenía al lado:

   Callarse un poco, que no oigo a Cecilia!

Por lo que parece que todos se marchan de la habitación, pero se queda la pareja del gaditano que le pregunta:
    -¿Con quién hablas?
Él contesta:

    -Ya te lo he dicho, con mi amiga Cecilia.

     -¿Quién es Cecilia?

A lo que el señor continúa:

      -Bueno Cecilia, entonces el lunes a las 17:30, ¿una cosa rapidita no? No vamos a echar mucho rato.

      -¿Quién es?

Y me dice susurrando al teléfono:

     -Mírala, mírala. Está celosona perdida, jaja.

Esto me recuerda a cuando te toca vender algo por teléfono y justo después de decir tu nombre le dices a una niña:

    -Dile a tu mamá que se ponga.

    -Vale, mamá ponte que es Cecilia.

Escuchas a la madre decir:

     -¿Cecilia? Yo no conozco a ninguna Cecilia.

Eso sí, cuando se pone las dos os reís un poco gracias a la niña, y ya sabes que le costará más colgar.

Pero aún está el grupo que tiene mucha prisa, no creáis que es mejor por aquello de vísteme despacio que tengo prisa. Siempre recordaré aquella señora que se presentó en Hacienda sin cita, y llamó para que yo se la diera pero cuando comencé a hacerle las preguntas pertinentes…
     -¿Ha vendido su vivienda habitual en el último año?
Ella contesta:

     -No, no me preguntes nada que yo de esto no entiendo. Solo vengo con los papeles a que me hagan la         declaración.

Tú le explicas:

     -Las preguntas son necesarias para calcular el tiempo de la cita.

Y le repites la pregunta, a lo que ella contesta que no sabe, que ella de eso no entiende.

      -Pero señora, cómo no va a saber si ha vendido su casa o no.

      -Es que yo no entiendo de estas cosas.


Tú te sientes muy frustrada y los que más se divierten en este caso son tus compañeros, que no quieren que les entre ninguna llamada para poder oír como acaba esto. Tras varios intentos sin éxito y ante la atenta mirada de mis compañeros solo se me ocurre una cosa:

      -Doña Fulanita (preservemos su intimidad) ¿Está sentada?

       -Sí.

      -Olvídese de que está en la oficina de Hacienda, olvídese de que no me ha visto nunca. Imagine que nos        encontramos por la calle y yo le pregunto: Fulanita ¿has vendido tu casa? ¿Usted qué me diría?

      -Que no, si yo no me he mudado ni nada.

Aquí mis compañeros se lo están pasando genial, yo por el contrario estoy sufriendo pensando qué voy a hacer cuando llegue a la pregunta de “¿ha vendido acciones?”

¿Cuál es el problema de este tipo de personas? No es la paciencia que hay que echar, no es la inseguridad de si finalmente los datos de la cita serán los correctos, no es que tu medía del día en llamadas se haya ido a tomar viento. Es que la siguiente llamada la atiendes a voces y dándole al botón del volumen porque la otra persona dice que te oye desde muy lejos, hasta que tu compañera cansada de oírte a ti y no a su interlocutor decide mirarte y bajarte el micrófono de la frente, que lo subiste, para que el de la llamada anterior no te escuchara decir algo indebido. Esto le ha pasado a cualquier teleoperador, pero te hace mucha gracia cuando le pasa a tu compañero.

O aquella otra señora que decía que su borrador estaba bien pero solo tenía mal el número de cuenta y te preguntaba si podría cambiarlo ella con el boli y ya está. Y no comprende, por más que se lo expliques, que en ese caso el número no se modificará en Hacienda, solo en su borrador.

Aquel otro señor que cuando contestó al teléfono y después del saludo lo dejé hablar me dice:

      -Menos mal, una muchacha educada y agradable porque tus compañeras son unas mal educadas.

Yo le digo:

      -No se preocupe, yo le doy la cita.

Mientras, me echo a temblar por la llamada que me imagino que me espera. A lo que el señor dice:

     -Sí porque a tus compañeras les hablo y no me dejan hablar para decir pulse 1, pulse 2, pulse 3…

Yo me aguanto la risa y me debato entre explicarle al hombre que ha estado hablando con una máquina o dejarle creer que yo soy maravillosa y opto por lo segundo.

Tras tantas llamadas recibidas y de haber vendido teléfonos, energía, baba de caracol, cursos de inglés y televisión, podría contaros un sinfín de historias. Pero voy a ir a lo que os interesa: Después de no dar vuestros datos en ninguna parte, de pedir que os borren de las listas y una ley de protección de datos, os seguís preguntando cómo consiguen vuestro número. Bien, yo os lo diré, SON VUESTROS MARIDOS ¿A qué teleoperadora no le han pedido el teléfono cuando ella intentaba solicitar el del cliente? Y si se envalentonan te invitan a ver el fútbol que están contratando.

Esto me recuerda una última historia, la de aquella buena señora que llamó por orden de su marido a Digital+ pero no quería contratar otra cosa que no fuera Gol TV, que son la competencia.


Esta entrada, como no puede ser de otra forma, es para mis compañeros. ¡Espero que haya por ahí alguno que me lea!




sábado, 5 de octubre de 2013

Historias que pasan en un autobús


Todo empieza en la parada, llegas casi siempre a la misma hora y te encuentras a los abueletes del barrio allí sentados, aunque en su mayoría no vayan a coger el coche (el autobús). No te puedes sentar, pero tiene la ventaja de que antes de que les preguntes ya te han dicho cuánto hace que pasó o si está por llegar el bus que esperas.



Pero también está el matrimonio mayor que coge siempre a la misma hora que yo el bus y aún no se ha dado cuanta de que los oigo cuchichear diciendo ahí está la muchacha que va a estudiar.

Cuando llega el bus, el chófer es el amigo de Víctor. Bueno, yo lo llamo así porque cuando Víctor vivía en Málaga llegaba del trabajo en el bus en el que yo me marchaba y el chófer antes de irse de la parada siempre pitaba y sacaba el brazo para despedirse expresamente de él. Ya nos podrías contar qué tipo de amistad tenías con el chófer...

Tengo que reconocer que después de tanto tiempo ya es amigo mío. Recuerdo un día que yo iba andando por la calle Victoria a la hora que solía coger el bus allí. Yo no lo iba a coger ese día, pero el bus estaba en el semáforo, así que cuando se puso en verde, antes de marcharse el conductor me pitó y me dijo por la ventana: -¿ te vienes?-

Pero nada comparado con el día en que me subo en el bus, voy a pagar con la tarjeta, pero la tarjeta que hay en mi bolsillo no es la del bus, es la del gimnasio y pienso "pero Ceci si la tarjeta del gym no te deja pasar ni en el gimnasio, ¿cómo vas a pagar el bus?". El conductor ve la tarjeta del gym y se parte de la risa. Pero calma, busco la cartera. ¡Mierda me la he dejado en casa! y el conductor vuelve a reírse y me dice- venga que ya vas tarde- y me deja pasar, con lo que me siento y me pongo a pensar a quién le voy a pedir el dinero para la vuelta.



Pero advierto que para llegar a este grado de amistad con los conductores hay que pasar muchas horas en el autobús.

Ya estás en el bus y como el recorrido es muy largo sacas un libro para entretenerte. Sí, ya sé lo que pensáis, que el ipod es más práctico, pero en aquel entonces yo no lo tenía. Recuerdo que me estaba leyendo "La sombra del viento". Se me sientan al lado tres chavales y uno me pregunta con toda la educación que puede:

      - ¿Te lo tienes que aprender entero?

Y yo contesto:

      - No, lo leo por placer.

Entonces él me contesta, mucho más tranquilo:

      - Aah, que cuando te hartes lo dejas.

Tuve la tentación de sacar el libro de las oposiciones y decirle:

      - Este sí que me lo tengo que aprender.

Pero pensé que lo podía matar de un infarto. Creo que chaval no se acaba un libro desde el "Micho 1".

Otro día estás sentada tranquilamente en el bus y entra un muchacho del gym y desde la otra punta del bus te pregunta:

     -  ¿Por qué ya no coincidimos?

Yo le contesto:

     - Es que estoy estudiando y no puedo ir a la misma hora.

A lo que él contesta:

    - Muy bien, mírame a mí que no he estudiado y ahora vendo calcetines en el rastro.

Sin moverse del sitio me lanza calcetines que yo cojo al vuelo y me guardo en el bolso. Ya ha conseguido que todo el mundo nos mire, así que empieza a cantarme la discografía completa de "Rebelde Way".

Otro día, mientras también leía, se sienta al lado el Mocito Feliz y me da la enhorabuena por dedicarle tiempo a la lectura. Creo que mi blog no sale de Málaga y todos sabéis quién es el Mocito Feliz, pero si alguien no lo sabe que se ponga en contacto conmigo y yo se lo explico, si se puede...

Hace un tiempo cuando estaban haciendo la obra en el colegio de Gamarra se me sentó al lado una señora que me comentó que era monja y que siempre ha dado clase en ese colegio. Me estuvo comentado que la obra que estaban haciendo es un geriátrico porque ya son muchas monjas las que superan los noventa años. Me dice entre risas que no se quiere reír pero que desde que empezaron la obra están cayendo como moscas y que cuando terminen ya no quedará ninguna si siguen así. Supongo que a una moja no le debe dar miedo la muerte, debe estar esperando vivir la siguiente, porque sino no lo entiendo.

No me puedo olvidar del hombre que siembre cuanta la historia de su cuñada que es muy fea y que le ha dado a su mujer un millón de euros para los mandados. Que un día le dijo a Ani que hace mucho, fue su novia. ¿que habrá sido de él? Hace mucho que no le veo. Iba siempre en el 8.


Una vez nos subimos en el circular para ir al centro. En su interior solo había un pasajero, un borracho sentado al final que se había quedado dormido, íbamos super entretenidos pendientes de si se caía o no.

      - Uyyy que se cae.

Y el chófer dijo:
      
      - Llevo tres vueltas intentando despertarlo y no hay manera.

Y que conste que solo le falta coger el freno de mano, yo no había visto una cosa igual hasta que fui a Roma. Es increíble cómo conducen en esa ciudad, cuando volvimos de visitar a Ricardo me quedé temiendo por su vida hasta su regreso.

Cómo olvidar el día que el conductor del circular no se sabía el recorrido y eran los viajeros los que le iban diciendo para dónde tenía que ir. Cuando se iba a meter por la calle que no debía, todo el autobús dijo al unísono: ¡nooooooooooo!

Por supuesto, mención especial para el 25 que llega al parque tecnológico. En el cual tienes que pasar la tarjeta y entrar por la puerta de atrás porque siempre va super lleno y cuando subes te llega su olor característico, que para el que no lo conozca es una mezcla de los currantes del PTA, los abueletes del campo con gorro de paja que viven en Campanillas y las mujeres en pijama y bata que se suben en la parada de los Asperones. Por cierto, a ver si podéis aclararme una duda que tengo, ¿la bata y el pijama será la misma que la de casa o tendrán una para casa y otra para la calle?

Pero todo sabemos que la línea más peligrosa es la de la Feria porque es como la calle de la juventud pero en un espacio mucho más reducido.

Otras cosas que pasan en los autobuses, por ejemplo, cuando estás sentada en el circular tan tranquila y de pronto el conductor da un frenazo y se baja corriendo, pero vuelve a subir para coger el extintor. Pero a los pasajeros lo que les preocupa es que ellos han pasado la tarjeta y no les pueden devolver el viaje y que por lo tanto les tienen que llevar a las puertas de sus casas, ya sea a caballito o en la espalda del chófer.

Aquel otro día que el autobús se para y una señora ciega y y la mora que la acompaña empiezan a discutir si es esa o no la parada en la que deben bajarse y después de varios minutos empiezan a tomar partido las señoras que van en el bus y yo me pregunto ¿cómo saben las demás señoras si la ciega se quiere bajar allí o en otro sitio? El autobús lleva varios minutos parados y la gente empieza a impacientarse, entonces la señora dice dirigiéndose a la joven:

       - Niña, ahí en frente ¿hay un unicaja?

Todo el autobús contesta:

      - Sí

Lo que indica dos cosas, que la señora sabía perfectamente dónde estaba y que es andaluza porque solo aquí una mujer de cualquier edad puede ser llamada niña.


Esta entrada, como no puede ser de otra forma, se la tengo que dedicar a mi padre porque si no fuera por él que me lleva a todos los sitios pasaría aún más tiempo en el autobús. 


Créditos de las fotos:Jose Slz en Flickr y Jóse Glez y Lopez Pepe (ADM) en Flickr

lunes, 2 de septiembre de 2013

La granja escuela



Hoy quiero hablaros de esa excursión que todos hacíamos a la granja escuela, ese lugar donde se explicaba a los niños de ciudad que la leche no viene directamente del tetra brik y donde veíamos en vivo a animales que no eran perros y gatos.

Pero la excursión comienza mucho antes de llegar a la granja, mucho antes. Yo recuerdo que la primera excursión la hice con 6 años. Me hizo tanta ilusión que los 3 tres días antes me desperté creyendo que se me había hecho tarde para la granja escuela.

Tu madre pagaba para que nos llevasen en autobús y nos cuidasen todo el día en la granja, nos dieran de comer, etc. Después de analizarlo bien pienso. ¡encima pagábamos!

Pongámonos en situación. Habíamos madrugado, pero ese día todos estábamos contentos porque no había cole. Subíamos al autobús, ¡pero cuidado! No valía sentarse en cualquier sitio, el asiento que eligieras para las primeras excursiones marcaría tu futuro en el colegio. Si te sentabas al final estaba claro que habías elegido el papel de rebelde dispuesto a ser el líder de todos –este tipo de seres no acababa la ESO–. Pero si por el contrario te sentabas junto a la “seño” tendrías una infancia muy dura porque los que se sentaban al final irían a por ti. Lo más recomendable en estos casos era sentarse en la zona segura, la de en medio, te garantizaba que acabarías tus estudios y podrías sobrevivir a ello. 

Una vez elegido el asiento comenzábamos a cantar, ¿os acordáis? "para ser conductor de primera acelera" pero esa era solo para calentar la voz la que realmente nos gustaba era aquella de " en la puerta del colegio hay un charco no ha llovido son las lagrimas de.... porque ......no ha venido" y siempre se procuraba buscar la combinación más cruel que provocaba las risas de todos menos de nuestros compañeros menos de los protagonistas. Mientras el chófer y los profesores se decían que se habían equivocado de profesión  y que mañana les tocaría el casete de los del viaje de fin de estudios

Una vez en la granja nos enseñaban un burro muy viejo, los cerditos, los pavos reales enjaulados –que a mí personalmente me llamaban mucho la atención pero a la vez me daban mucha lástima–. Recuerdo una vez que vi un toro también muy viejo que tenían allí para preñar a la vacas, y algunos lo tocaron y eso, pero yo mantuve la distancia porque siempre he sido una cagueta…
Con ustedes, nuevamente...
Añadir leyenda



Pero llegaba la hora de comer y siempre comíamos lo mismo, macarrones con tomate y croquetas de segundo, lo recuerdo porque yo odio la pasta, llevo años sin probarla, pero para que os hagáis una idea para mí es la típica comida que cuando tocaba en casa y preguntaba:

     - Mamá, ¿qué hay de comer?

Ella contestaba:

     - Comida

Con lo cual yo ya sabía que no me iba a gustar y puesto que lentejas no era ya que no me había llegado su olor característico, yo pensaba: o macarrones o espaguetis.

Pero tranquilos que como la naturaleza es sabia nací junto a una hermana gemela a la que le gustan los macarrones así que se comía los míos y me cedía amablemente sus croquetas, y por si esto no fuese suficiente, mi madre me llenaba la mochila de bocadillos.

Pero llegaba la hora de la merienda y nos enseñaban a hacer pan, recuerdo que le metíamos una pastilla de chocolate dentro. Esto me hace pensar 2 cosas: la primera, que para mí es una asquerosidad porque hacíamos los bollos y los metíamos en el horno y luego te tocaba el de otro que a saber cómo se había lavado las manos después de tocar al burro y a los cerdos; y la segunda, pobre del que le tocara mi bollo porque se comería el más deforme de todos.

Pero vamos a la parte seria, por la que he escrito todo esto. En realidad estoy haciendo una investigación, porque no sé si lo recordáis pero a la hora de la merienda siempre la mesa de al lado estaba preparada para una cena. Cuando preguntabas te decían que había un grupo que se quedaba 3 días. Hoy me pregunto ¿conocéis a alguien que se quedara? ¿O es como los medidores de la audiencia que todo sabemos que existen pero nadie ha visto uno?

En aquel entonces pensaba: ¡qué cara ellos se quedan! Y un segundo después me decía a mi misma que no conseguiría sobrevivir a base de croquetas y bocadillos los 3 días y que era mucho mejor disfrutar de aquel bollo con una forma casi perfecta y lleno de bacterias para coger fuerzas para el duro viaje de vuelta.

Como no puede ser de otra manera esta entrada se la dedico a mi madre, que como sabía que lo pasaría mal a la hora de la comida, me hacía los bocatas y me recordaba que tenia que ser rápida en decir no aquello de "no piki" de lo contrario estaría perdida. 

Créditos de la foto: Jose Luis Canales-jozelui en Flickr








jueves, 1 de agosto de 2013

El verano y sus expectativas

El verano nunca cumple nuestras expectativas. Que por qué digo esto. Cuando eres pequeño te dice tu padre nos vamos de vacaciones y tú te llenas de ilusión y te preparas para unas vacaciones geniales. Pero cuando empieza el viaje nada es como esperabas, te queda un viaje de un montón de kilómetros en un coche cargado hasta los topes sin aire acondicionado o mejor dicho a condición de que bajes la ventanilla, como diría mi padre. Porque en aquel entonces se viajaba así.

A los diez minutos de dar la primera cabezada te parece que ya has esperado bastante y preguntas a tu padre:
- ¿Hemos llegado ya?
Y él te dice:
- No.
Entonces tú cambias de pregunta:
- ¿Falta mucho?
Y te dice un número de kilómetros por los que tú calculas que al menos son 2 paradas más para vomitar. Aún puedo recordar aquel viaje que hicimos hace más de 20 años Málaga-Galicia en un R5.



Tú no lo sabes pero esas son las mejores vacaciones porque vas a la playa con comida, sombrilla, refresquitos y, por supuesto, el cubito y la palita, y no tirabas de nada. Cuando tenías hambre solo tenías que decir: -Mamá quiero merendar- y ella sacaba las croquetas frías, ummm qué buenas estaban….

Tus padres alquilaban por ejemplo un apartamento, total que las vacaciones consistían más o menos en lo mismo solo que ibas a la playa  y la piscina y no dedicabas tu tiempo a pelearte por el mando con tus hermanos. Creo que por eso tus padres las llaman vacaciones.

Ahora es muy distinto porque a ti te gustaría irte de viaje pero como no puedes decides aceptar que te quedarás en casa este año, pero te dices a ti mismo que este año será la bomba. No te irás de vacaciones pero irás tanto a la playa que te vas a poner negra.

Pero luego el panorama es muy distinto… llegas a la playa muy tarde porque has tenido que preparar la comida y si te levantas temprano incumples tu promesa de aprovechar el verano para dormir. Así que cuando vas a clavar la sombrilla hay tanta gente en la playa que solo consigues encontrar un sitio lo suficientemente lejos del agua para quemarte los pies cada vez que vas a bañarte y lo suficientemente lejos para quemarte al salir de la playa.



Cuando vas a bañarte te armas de valor, pegas una carrera hasta la orilla y ocurre lo siguiente por tu cabeza:

O quema ufff quema, quema. Llegas a la arena mojada: uff qué alivio. Llega la ola y ¡AAA!  ¡El agua está helada! Lo mejor será entrar de golpe: ¡mierda hay piedras! Levantas los pies y de cabeza al agua. Y piensas: por qué no tendré edad para llevar cangrejeras. Sacas la cabeza y piensas: qué asco el agua está sucia. Y te sales corriendo del agua, mientras los que se han quedado en la toalla te miran y piensan: el agua debe estar muy bien porque Ceci ha entrado muy decidida.

En cuanto a tu propósito de ponerte morena vas menos a la playa de lo que te gustaría y lo único que has conseguido es ponerte colorada como un tomate.

Os lo dije que las de pequeña son las mejores vacaciones, a pesar de que aquellas vacaciones en Galicia, de diez días que estuvimos solo pudimos ir a la playa uno y al llegar había tanta gente en el agua que pensé que tenía que estar muy buena porque había mucha gente en la playa, pero el agua estaba tan fría que no conseguí entrar. Y es que cuando eres pequeña no te importa que la arena queme y aunque el agua esté fría chapoteas sin parar.

Es otro día de verano, no has ido a la paya. Pero decides que no vas a tirar tu día de descanso por la borda y lo vas a dedicar a dormir que era tu segunda promesa del verano. El calor no te deja dormir, menos mal que inventaron el tour de Francia.

Es ponerlo y empiezas poco a poco a relajarte. Yo creo que todo es un montaje y no acaban ni una etapa, por eso es un deporte tan dañado por el dopaje para despistar. Yo creo que solo pedalean hasta que todos nos quedamos dormidos y se montan al final de la etapa cuando todos nos estamos despertado justo a tiempo para saber quién  gana y listo, solo eso explica por qué alguien como Miguel Indurain que ganó 5 tours ahora tenga colesterol. Creo que deberíamos turnarnos despiertos para ver si lo acaban.

El verano no está siendo como tú esperabas pero no te preocupes que queda la feria o cualquiera de las otras fiestas del verano para resarcirte. Piensas ir todos los días pero al tercero te quedas en casa porque no puedes aguantar ese ritmo.

El plan es el siguiente: La calle está abarrotada de gente y hace mucho calor, así que algunos muchachos (por llamarlos de alguna manera) se quitan la camiseta y no tienen el más mínimo reparo en rozarse contigo todo sudorosos. Al final acabas agradeciendo los grupos que van todos con la misma camiseta y un mensaje, así sabes que no se la quitarán. La feria es tu última esperanza para ligar y si lo haces, cuando recapacitas y ya no hay alcohol en tu cuerpo piensas: qué hago yo con este tío… vamos lo mismo que le pasa a ellos que se preguntan por qué les tocó bailar con la más fea… 

Pero podría ser peor, podría haberte quedado alguna para septiembre…

Esta entrada se la dedico a Sandra y Brenda que son mis principales acompañantes para la playa de este verano, sin olvidarme de mis padres que me compraron mis primeras cangrejeras.



lunes, 1 de julio de 2013

Cosas que le pasan a los hermanos gemelos



Como la mayoría de vosotros ya sabéis tengo una hermana gemela y esta vez quiero hablaros de esto. Antes de comenzar quiero aclararos que aunque contado con humor, todo es cierto.
Mi hermana se llama Amanda, venga ¿os habéis situado?¿sabéis quién es quién? os dejo unos segundos….



Para los hermanos gemelos el mundo se divide en 2 grandes grupos, los que nos distinguen y los que no, dentro del segundo hay un subgrupo reducido pero digno de mención que cuando se entera de que tienes una hermana gemela –insisto, es verídico– te pregunta:


- ¿Tu hermana cuando cumple?

A ti se te queda cara de tonta y respondes:

-  El mismo día, somos gemelas…

La otra persona se da cuenta de la tontería que acaba de decir y se ríe (sonrisa incómoda).

La conversación suele continuar con estas preguntas:

Qué guay, ¿no?, ¿Cómo es eso de tener una hermana gemela? Tú contestas que no lo sabes mientras sonríes y te gustaría preguntar ¿Cómo es vivir sin una hermana gemela? Y continúa preguntando: ¿te entran ganas de ir al baño a la vez que tu hermana? Y tú contestas que no mientras piensas ¿Qué pasa nunca te entran ganas de ir al baño a la misma hora que otro miembro de tu familia? Y por supuesto, la pregunta estrella: ¿os ha gustado alguna vez el mismo chico?

Durante el transcurso de esta conversación te sientes como un artista de promoción que responde una y otra vez a las mismas preguntas, seguro que no lo habéis pensado de esa forma, pero no os preocupéis que como digo, este grupo es bastante reducido.

Esta persona suele tardar bastante en distinguirte y cuando lo hace dice: yo no entiendo como no os distinguen si no os parecéis.

Veréis, me explico, de primeras la gente suele confundirnos y más adelante dice que somos realmente muy distintas.

Una cosa que también nos pasa a los hermanos gemelos que no habéis experimentado los demás es tener fotos de cuando eras muy pequeña y no ser capaz ni tú mismo de decir quién es quién. Te ves mirando la foto y le dices a tu hermana:

Esta eres tú ¿no ves que tiene tu nariz? 

     Y ella contesta:

No, ¿no ves que tiene tu barbilla?

Es verdad…

Y dudas, pero no pasa nada, llamas a mamá, ella siempre nos distingue.

Pero el tema de las fotos abre un mundo de historias que contar como la de todas las personas que entran en tu casa sin saber que hay un par de gemelas en casa y cuando ven la foto de comunión, que tu madre tiene en la entrada, pica en el jueguecito del fotógrafo de ponemos una frente a la otra y dice: ¡No se nota el espejo! aun llevando vestidos distintos.

Os pongo en situación: estás viendo fotos recién reveladas con tu hermana y ves que tu hermana sale rematadamente mal en una de ellas, te dejas caer en el sofá riéndote a carcajadas y se te llena la boca diciendo: ¡Qué fea! Y Ella te dice: ¡Pero si eres tú! Vuelves a coger la foto, la miras con atención y eres tú. Ya no hay marcha atrás y tienes que reconocer que sales muy fea y ahora la que se ríe a carcajadas es Amanda. Esto solo me pasó una vez, pero a mi hermana le encanta recordarlo.

 Al igual que a mí me encanta recordar el día que siendo muy pequeñas mis padres y mis tíos decidieron organizar una reunión con amigos y familiares en nuestra casa de campo y a la hora de comer vamos todos a una venta que hay en el pueblo, pero como somos muchos tenemos que ir en varios coches. A la vuelta voy a ponerme de nuevo el biquini para bañarme y me dice mi madre que la ayude a buscar a mi hermana que no la encuentra.

Salgo de la casa, la rodeo entera y a la primera persona que me encuentro le pregunto: ¿has visto a Amanda? Y me contesta: sí, la he visto antes. Y continúo mi búsqueda.

Después de darle vueltas a la parcela completa y otras cuantas a la casa me vuelvo a cruzar con mi madre que me dice: Aquí pasa algo raro, vete al porche de atrás.

Cuando estamos todos reunidos en el mismo lugar menos mi hermana, mi madre dice: Nos hemos dejado a Amanda en el bar. Pero los demás lo niegan y le dicen que no se preocupe que ellos la han visto. Así que mi madre interroga uno a uno sobre dónde y cuándo la han visto, conmigo delante claro, y llegamos a la conclusión de que todas aquellas personas que decían haberla visto en realidad me habían visto a mí.

Mi hermana había entrado al baño de la venta justo en el momento que nos subimos a los coches, claro está, cada uno en uno distinto al de su padre y su madre, porque todos sabemos que ir con los titos es mucho más divertido. De ahí que mi madre no echara en falta a su hija.

Cuando tu padre se sube en el coche para ir en busca de la hija que le falta te callas porque sabes que ese no es el momento adecuado pero piensas: Mamá, eso te pasa por ponernos la misma ropa.

Todos aquellos que no tenéis hermanos gemelos nunca oiréis vuestra propia voz en un video sin que salgáis en la imagen con dudas sobre quién de las dos habla.

La gente no jurará haberte visto conducir el coche de tu hermana, ni estaréis esperando el bus cuando pasa alguien en una moto y te grita el nombre de tu hermana mientras pita y sin pararse mira hacia atrás esperando que tú le saludes, pero claro, tú no reaccionas y él vuelve a repetir la misma acción, hasta que tú decides saludarle con el brazo para que se quede tranquilo y no se la pegue. Hoy día sigo sin saber quién es.

Mi hermana decide ir al gimnasio pero para empezar utiliza un chándal mío para no tener que comprarse uno, por aquello de que se acabará quitando. Total, que el segundo día y penúltimo que ella iría, vamos juntas. Cuando estoy tirada en el suelo haciendo abdominales rodeada de hombres que se depilan más que yo se me acerca uno de ellos y me dice: Yo pensaba que tú eras una chica muy rara porque a veces me saludabas y otras no y ahora acabo de entenderlo.

Ese mismo día también supe que un muchacho con el que hablaba mientras montamos en la cinta o en la bici, era compañero del instituto de mi hermana y él creía que estaba hablado con ella, hasta que nos vio juntas.

Pero no todo es desventajas, también están las ventajas. Os pongo en situación: mi hermana trabajaba como cajera en una tienda de ropa, y mientras estaba trabajando vio una cosa muy chula que no podía probarse en horas de trabajo pero que temía que se agotase y me llamó a mí para que fuese a probármela. Así pues, allí me planté yo, y cuando fue a entrar en el probador la chica que atiende en él me pregunta:

- ¿Tú qué haces sin uniforme?

Y yo digo:

- No soy Amanda, soy su hermana gemela.

Y paso a probarme un vestido. Pasados unos minutos la chica me pregunta:

Niña, ¿qué tal el vestido?

Yo contesto:

Creo que necesito una talla más.

La chica dice a ver que te vea y entra en el probador sin ningún tipo de miramientos mientras yo estoy en ropa interior, pero me da mucha vergüenza y no le digo nada. En eso se oye la voz de mi hermana que pregunta:

¿Está por aquí mi hermana?

La chica al oír la voz de mi hermana me mira a la cara y se pone roja como un tomate y sale diciendo:

¡Que son dos! ¡Y yo que me creí que era broma! ¡Qué vergüenza!

Pero aún queda lo que más os gusta a todos y por lo que todos preguntáis: los profes. ¿Que si nos distinguían? ¿Que si les dimos cambiazo alguna vez? Es bastante complicado ya que si lo piensas bien, es alguien que te ve todos los días y acaba conociéndote bastante bien.

Recuerdo un profesor de primero de la ESO. A las pocas semanas de comenzar el curso preguntó: ¿Quién de las dos es la mayor? Porque según él, no nos parecíamos lo suficiente.

Cuando yo le conteste que éramos gemelas se pensó que le estábamos vacilando, lo que provocó las risas de mis compañeros. Después de bastante rato sin convencerse de que éramos gemelas., entre las carcajadas de mis compañeros, me gritó:

 ¿Que me estáis vacilando? Id ahora mismo al despacho del director o estáis suspensas en dibujo hasta final de curso.

No me preocupó ya que nunca aprobaba dibujo a la primera, pero como en aquel entonces dábamos clase en un edificio ajeno al instituto, le dije:

Si quieres ir al despachado del director ve tú

Al día siguiente vino muy suave y nunca volvió a hablar del tema. Se ve que habló él con el director.

Esta entrada como no puede ser de otra manera va dedicada a mi hermana Amanda. Ella también podía contaros unas cuantas historias.