Esta vez quiero hablaros de las
curiosidades de una experiencia que estoy viviendo actualmente. Se
trata de estudiar ya en edad adulta. Vosotros pensaréis que será
igual pero con más años. Nada más lejos de la realidad, pues uno
no se da cuenta de lo que cambia el mundo y sus generaciones hasta
que decide volver a estudiar, aunque ya no esté en edad de ello.
Pero comencemos por el principio,
el día que te matriculas. Te pones en cola para entregar los papeles
y todo el mundo te parece demasiado joven, pero tú prefieres no
asustarte y seguir adelante y cuando llega tu turno le dices a la
señora que atiende al público:
- Hola, vengo a matricularme en bachillerato.
La señora sin levantar la cabeza de los papeles me pregunta:- ¿De adultos o diurno?
A lo que respondo:
- No sé, hoy es el último día así que en el que haya.
Entonces ella levanta la cabeza, me mira, y pregunta:
- ¿Qué edad tienes?
-28 años.
Entonces ella no puede reprimirse y dice:
- uuuuh, al de adultos, al de adultos.
Tienes una sensación muy parecida
a la del día en que vas por la calle y un grupo de chavales te da
con una pelota, y no contentos con ello, te dicen:
-Perdón señora
Tú tienes ganas de pegarle una colleja al niño y no por el
pelotazo.
Sin apenas tiempo para reponerte
llega el primer día de clase. El bachillerato de “adultos” no es
como te habías imaginado y cuando el profesor está pasando lista
ves la primera señal de que estás rodeada de otra generación, pues
llamándome Cecilia y teniendo una hermana llamada Amanda siempre
habíamos sido de las de los nombres “raritos” pero son
tremendamente castizos hoy día cuando tienes compañeras que se
llaman Brenda y Nora.
Ya nada es como antes, pues
nuestra generación fue la primera en entregar un trabajo a ordenador
que había que llevar impreso o como mucho grabado en disquete (para
todos aquellos que sean demasiado jóvenes para saber cómo era un
disquete, los más modernos que recuerdo son iguales que el icono de
guardar del Word) mientras que ahora hay que subirlo a la
página web antes de la fecha indicada.
Cuando nosotros éramos pequeños
y no sabíamos cómo se hacía un ejercicio, se dejaba sin hacer y si
tenías suerte lo copiabas antes de que llegara el profe. Hoy buscas
al empollón de la clase, le mandas un whatsapp y que te mande
una foto con el ejercicio hecho. Y es que las nuevas tecnologías
juegan hoy un papel muy importante. Antes buscabas la información
que necesitabas en la enciclopedia o como mucho en la Encarta. Hoy lo
hacemos en Wikipedia que ya está casi anticuada, porque
también tienes la posibilidad de usar los blogs, ya sea de tu profe
o de otro, y una cosa que yo he usado muchísimo, que es lo que yo
llamo la “youtubesabiduría” y es que con Youtube se puede
aprender de todo, desde cómo hacer un disfraz de romana hasta medir
versos. Y si un compañero te pide que le expliques algo solo tienes
que mandarle un enlace y ya has cumplido.
Con este aprendí a medir versos por si me caía en selectividad:
Él me enseño muchas cosas de matemáticas, pero como es muy cachondo no os dejo un vídeo aburrido de mates sino la presentación de su canal, a mí personalmente me encanta:
Con él aprendí que una matriz traspuesta, no es una matriz entrada en edad, como tu abuela cuando le dices que se ha quedado dormida viendo la tele y te responde: ¡No! Solo me he quedado traspuesta…
Como os digo la cosa ha cambiado
mucho, pues nunca pude imaginar que me enteraría de que las clases
quedaban suspendidas a causa de la lluvia por un tuit del profe o que
no hace falta que vayamos a clase a primera hora, porque él mismo te
comunica a través de la misma red social que ha tenido un accidente
con la bici y para que no dudes de su profesionalidad te pone la foto
de su tobillo hinchado. Total, que he llegado a la conclusión de que
Twitter es la versión moderna del tablón de anuncios en el
que, como ocurría entonces, tienes que expresarlo todo en el menor
número de palabras posibles.
Sí, sé lo que estáis pensando,
en nuestra época nunca se cortaban las clases por mucho que
lloviera. Seguro que todos recordáis cuando os despertaba la fuerte
tormenta una hora antes de que tuvieras que levantarte para ir a
clase. Tú aspirabas a que tu madre también estuviera despierta y
decidiera que no ibas a clase porque llovía demasiado. Así que te
levantabas corriendo, ibas a la ventana y muy metida en tu papel para
parecer mucho más impresionada decías:
- ¡No veeeeeeeee!
Si mamá no estaba muy convencida
de dejarte sin clase solo te quedaba una oportunidad, que las botas
de agua del invierno pasado te quedaran pequeñas.
Vives numerosos momentos en clase
que te hacen sentir vieja, como aquel día en que el profesor te
pregunta si has cumplido los 20 y tú a pesar de sentarte al final de
la clase y de estar casi segura de que el profesor está
preguntándotelo a ti, no puedes evitar volverte para ver si hay
alguien sentado detrás tuya que haya llegado a última hora.
Entonces tu compañera te da un codacito y te dice:
Y tú dices.
- Niña es a ti.
- Aaah sí.
O aquel otro día en que el profesor habla de la expo del 92 diciendo:
-Vosotros no os acordáis pero....
Tú casi por inercia dices:
-Yo estuve…
Entonces el profesor dice:
- Bueno, pero irías en el carrito.
Y tú, que no vas a caer dos veces
en el mismo error, decides no desmentirle, pero echas cuentas y
tenias 8 años.
Una tarde, nada más entrar en
clase, la profesora te pide que te acerques a su mesa porque quiere
decirte algo. Tú, que ya has vivido esto hace años y eres perro
viejo, vas hacía la profesora pero por el camino vas pensando una
excusa para justificarte de lo que sea que te acusen y cuando llega
el momento la profesora baja la voz y te pregunta:
Entonces eres tú la que bajas la voz y dices:
-¿Tú qué edad tienes?
-29, ¿por qué?
-Me lo han dicho en la sala de profesores y no me lo creía…
En tu cara se dibuja una sonrisa y dices:
-No te preocupes si aquí ya lo sabe todo el mundo.
Pero en realidad lo único sincero
es la sonrisa y piensas quién habrá sido el chivato, debe ser que
entre los profes ser chivato está bien visto.
Pero tu secreto no tarda mucho en
descubrirse pues por la boca muere el pez y cuando los profesores
hacen una broma sobre programas del pasado como “El gran juego de
la oca” o “Furor” o en vísperas de la noche de Eurovisión
recuerdan “Bailar pegados” solo les sigues los chistes tú.
Un día la profesora se
envalentona y confiesa su edad y descubres que te llevas bastante
menos con ella que con la persona que tienes al lado. Ahí es cuando
te das cuenta de que ahora eres mucho más ingeniosa para poner motes
pero ya no te hace gracia hacerlo. No se lo dices a tus compañeros,
pero juzgas a tus profesores por su nivel de profesionalidad, y no
por sus muletillas, gestos, manías, etc. Pero sin duda, lo que más
vieja te hace sentir es ser capaz de recordar el último tema de
Historia, y te preguntas -¿por qué lo llaman historia?-.
Pero vamos a lo que realmente os
interesa, ¿qué pasa con las piardas? (por si este blog llega más
allá de las fronteras malagueñas, una piarda es lo que el resto del
mundo llama “pellas”) Pues la verdad es que se reducen mucho, o
al menos eso creo porque yo en mi primera etapa no hice, lo que sé
me lo han contado- te lo juro papá-. Bueno ya en serio, se reducen
mucho y solo se hacen las necesarias y cuando lo haces no te importa
confesar la verdad y, por cierto, dejas de hacer esa cosa que ahora
me parece tan ridícula de esconderte para que el profesor no te vea
si has faltado a su clase porque me daba más vergüenza que me viera
intentando esconderme, la verdad.
Si un día te saltas la última
hora de clase porque hay fútbol y reunión familiar y la profesora
dedica la hora completa para echar una bronca general después de los
resultados del último examen, no es sorprendente que los compañeros
te digan que hiciste bien en irte a casa, pero sí es de extrañar
que la profesora te pille en el pasillo te diga:
- Menos mal que no viniste porque
como ya te habrán contado me tocó hacer de poli malo, no me gusta,
pero es que si no se ponen las pilas.
El día que te haces una piarda no
tienes que mentir también a tu padre, sino que él se divierte a tu
costa, pues es el día que decides faltar a clase para ir a la
despedida de Natalia y Ricardo. Entras en tu cuarto después de salir
de la ducha y te ha dejado encima de la cama un justificante firmado
por él y te puntualiza que es para que no tengas problemas en el
“cole”.
Las que dicen ser tus mejores
amigas, el día que saben que vas a volver a estudiar te regalan un
boli con luz y con un sello de algún personaje infantil que no
conozco y lo que es más sorprendente, que hace pompas de jabón,
asegurándote que si las apruebas todas te comprarán una moto.
Y en los días que tienes que
decidir qué carrera escoger, tu hermano no para de preguntarte si
sabes ya lo que quieres ser de más mayor.
Pero sin duda lo peor de todo es
que por primera vez en tu vida tus notas no dan vergüenza ajena y
tus padres no solo no las tienen que firmar, sino que se les olvida
preguntar. ¿Cuántas veces soñé yo con que eso me pasara?
Que a nadie se le olvide que,
aunque completamente real, esto es solo humor y como os podéis
imaginar en la clase había de todo, así que nadie se me moleste que
a pesar o a consecuencia de esto o por simple casualidad, estudiar
cerca de la treintena ha sido una experiencia maravillosa que nunca
podré olvidar. Por eso esta última entrada del año quiero
dedicarla a todos mis compañeros y profesores, virtuales o no, pues
no conozco otra forma de agradecer los momentos que pasaron conmigo.